David Leclapart

Cuando fallece su padre, David Léclapart, a sus treinta y pocos años, decide volver al negocio familiar en Trépail, una bodega pequeña pero productiva. David es testarudo y la decisión es irrevocable: todo el pequeño domaine de casi tres hectáreas se convertirá inmediatamente a la biodinámica. Después de una escolarización fuera del viñedo, David se forma en la escuela de agrobiología de Beaujeu, pero aún le queda todo por aprender sobre el terreno. Su primera cosecha es casi un fracaso: "Ese año cometí muchos errores en el viñedo", comenta, "y todo salió mal. No coseché casi nada". En 2000, han pasado tres años desde el inicio de la conversión biodinámica, el plazo que los expertos consideran indispensable para obtener los primeros resultados tangibles. Otra elección radical -no dosificar nunca los espumosos- añade más dificultades, porque pone de manifiesto la más mínima imperfección en la ejecución y la más mínima incertidumbre sobre la salud o la madurez de las uvas. La lluviosa 2001 es una de las peores añadas de Champagne, mientras tanto, sus 99 y 2000 empiezan a llamar la atención de los consumidores y de algunos observadores atentos. Los primeros éxitos de David y el perfecto estado sanitario de las uvas -en una región con un clima tan difícil- tranquilizan a su familia e intrigan a sus compatriotas. La exclusión de cualquier producto químico de síntesis, el pasto total y espontáneo del suelo, el uso de preparados biodinámicos, no sacian el deseo de naturalidad de este viticultor. Desde 2002, Léclapart aplica un viejo proyecto: las ovejas en el viñedo. Estos animales tienen una doble ventaja: esquilan la hierba de forma natural sin dañar las vides y fertilizan el suelo devolviendo la materia vegetal autóctona de forma elaborada. "La oveja", dice David, "es un animal de luz, siempre la necesitamos en una región tan septentrional. Hay una complicidad entre el animal y la planta, que 'siente' su presencia. También me gusta la idea de devolver al paisaje una variedad que el monocultivo de la vid casi ha aniquilado. Sé que mis paisanos me toman por loco y por eso les digo que las ovejas sólo sirven para esquilar y abonar". Pertenecientes a una rara raza escocesa, estos animales pueden permanecer al aire libre día y noche con cualquier tiempo. Léclapart las ha tomado prestadas de un pastor de las Ardenas, que vendrá a recogerlas en primavera. Se trasladan de una parcela a otra cada 15 o 20 días, pero obviamente cada viñedo tiene que ser cercado cada vez.

Cuando fallece su padre, David Léclapart, a sus treinta y pocos años, decide volver al negocio familiar en Trépail, una bodega pequeña pero productiva. David es testarudo y la decisión es irrevocable: todo el pequeño domaine de casi tres hectáreas se convertirá inmediatamente a la biodinámica. Después de una escolarización fuera del viñedo, David se forma en la escuela de agrobiología de Beaujeu, pero aún le queda todo por aprender sobre el terreno. Su primera cosecha es casi un fracaso: "Ese año cometí muchos errores en el viñedo", comenta, "y todo salió mal. No coseché casi nada". En 2000, han pasado tres años desde el inicio de la conversión biodinámica, el plazo que los expertos consideran indispensable para obtener los primeros resultados tangibles. Otra elección radical -no dosificar nunca los espumosos- añade más dificultades, porque pone de manifiesto la más mínima imperfección en la ejecución y la más mínima incertidumbre sobre la salud o la madurez de las uvas. La lluviosa 2001 es una de las peores añadas de Champagne, mientras tanto, sus 99 y 2000 empiezan a llamar la atención de los consumidores y de algunos observadores atentos. Los primeros éxitos de David y el perfecto estado sanitario de las uvas -en una región con un clima tan difícil- tranquilizan a su familia e intrigan a sus compatriotas. La exclusión de cualquier producto químico de síntesis, el pasto total y espontáneo del suelo, el uso de preparados biodinámicos, no sacian el deseo de naturalidad de este viticultor. Desde 2002, Léclapart aplica un viejo proyecto: las ovejas en el viñedo. Estos animales tienen una doble ventaja: esquilan la hierba de forma natural sin dañar las vides y fertilizan el suelo devolviendo la materia vegetal autóctona de forma elaborada. "La oveja", dice David, "es un animal de luz, siempre la necesitamos en una región tan septentrional. Hay una complicidad entre el animal y la planta, que 'siente' su presencia. También me gusta la idea de devolver al paisaje una variedad que el monocultivo de la vid casi ha aniquilado. Sé que mis paisanos me toman por loco y por eso les digo que las ovejas sólo sirven para esquilar y abonar". Pertenecientes a una rara raza escocesa, estos animales pueden permanecer al aire libre día y noche con cualquier tiempo. Léclapart las ha tomado prestadas de un pastor de las Ardenas, que vendrá a recogerlas en primavera. Se trasladan de una parcela a otra cada 15 o 20 días, pero obviamente cada viñedo tiene que ser cercado cada vez.

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