Chateau Rayas

Sólo cuatro hombres se han sucedido al frente de Rayas desde su fundación en 1880, cuando Albert Reynaud, notario en Aviñón, perdió el oído y decidió reconvertirse y dedicarse a la viticultura. Y fue en 1920 cuando el hijo de Albert, el joven Louis, decidió embotellar los vinos Rayas y comercializarlos bajo su propio nombre. Louis también amplió el patrimonio de la bodega adquiriendo otros viñedos de la zona que todavía hoy sustentan el prestigio de Rayas. Los suelos de Château Rayas no están lejos del pueblo de Châteauneuf, pero están muy aislados y son de difícil acceso, y representan una característica única en la denominación del sur del Ródano. Tierras ricas en arena y pobres en piedras, se diferencian considerablemente de las que las rodean, creando un entorno ideal para el cultivo de la garnacha. La exposición de las parcelas, frecuentemente orientadas al norte, es también un punto fuerte que confiere a estas uvas y a estos vinos la fuerza y la elegancia de los grandes vinos. Las viñas, casi exclusivamente en vaso y de edad considerable, se han ido replantando progresivamente en los últimos años, sustituyendo únicamente las cepas que iban muriendo poco a poco. Sin ceder a las modas del momento, no se utilizan pesticidas desde hace más de veinte años y las intervenciones en el viñedo, al igual que en la bodega, se limitan al mínimo. La bodega, para quienes están acostumbrados al despliegue de tecnología tan extendido hoy en día, puede resultar desconcertante si se tiene la suerte de visitarla. Estructuras viejas y cargadas de moho, barricas casi centenarias que cuesta creer que sigan juntas y herramientas mínimas, por no decir otra cosa. En Rayas no se busca la perfección, sino la singularidad. Levaduras exclusivamente autóctonas, maceración en cubas de cemento, en acero para el blanco, y maduración lenta en barricas viejas. Nada más. Vinos hechos para desafiar al tiempo y seducir con el paso del tiempo