Montevetrano

La historia de la granja Montevetrano tiene su origen en el entusiasmo de un grupo de amigos por experimentar una pasión compartida por el vino, donde las referencias míticas de la época eran los vinos de Burdeos. Antiguamente propiedad de los Borbones, con el tiempo se convirtió en una granja. Comprada en los años 40 por los "abuelos Imparato", producía fruta, avellanas, vino y aceite para uso familiar. En 1985, en unas dos hectáreas de terreno, reintrodujeron el Aglianico Taurasi, Cabernet Sauvignon y Merlot sobre Barbera, Per'è palummo (piedirosso) y uvas de Troia. En 1991, salieron las escasísimas primeras botellas de Montevetrano para los amigos, con un 70% de Cabernet Sauvignon y un 30% de Aglianico.
Es una fiesta, parece un juego, sorprendente, porque Montevetrano supera con creces las expectativas. Los amigos se abren paso, Silvia Imparato y Riccardo Cotarella siguen siendo la punta de lanza, para un vino de crianza de gran calidad. Hoy Montevetrano ya no es el desafío de ayer. Es una empresa pequeña pero sólida, que vende su vino en todo el mundo, de forma limitada. Al ser una empresa pequeña, cuyo vino tiene más demanda que producción, nuestra estrategia empresarial no pasa por la participación regular en ferias, salvo, y casi siempre, como espectadores atentos. Debido al reducido número de botellas (unas 30.000 al año) y a las ventas en todo el mundo, mantenemos sagradamente la estrecha relación con nuestros clientes, orientando el producto de forma definida.
El control de las botellas también es fundamental para nuestro archivo, que cuidamos con esmero desde los primeros días de producción. Los objetivos que persigue Montevetrano están dictados por valores de sencillez concreta, a través del trabajo y el conocimiento, en una experiencia más fuerte de nuestra propia tierra, los diferentes mercados y sus culturas en un mundo cambiante.
Estar ahí y ser reconocidos porque se les entiende, con un vino profundo y elegante que habla, de forma moderna, de la propia tierra en el mundo. Todo ello gracias a una fuerte preparación de cada uno. Pocos pero atentos, cada uno vinculado a su sector pero junto a los demás, a través de un equilibrio que aporta fuerza a Montevetrano.

La historia de la granja Montevetrano tiene su origen en el entusiasmo de un grupo de amigos por experimentar una pasión compartida por el vino, donde las referencias míticas de la época eran los vinos de Burdeos. Antiguamente propiedad de los Borbones, con el tiempo se convirtió en una granja. Comprada en los años 40 por los "abuelos Imparato", producía fruta, avellanas, vino y aceite para uso familiar. En 1985, en unas dos hectáreas de terreno, reintrodujeron el Aglianico Taurasi, Cabernet Sauvignon y Merlot sobre Barbera, Per'è palummo (piedirosso) y uvas de Troia. En 1991, salieron las escasísimas primeras botellas de Montevetrano para los amigos, con un 70% de Cabernet Sauvignon y un 30% de Aglianico.
Es una fiesta, parece un juego, sorprendente, porque Montevetrano supera con creces las expectativas. Los amigos se abren paso, Silvia Imparato y Riccardo Cotarella siguen siendo la punta de lanza, para un vino de crianza de gran calidad. Hoy Montevetrano ya no es el desafío de ayer. Es una empresa pequeña pero sólida, que vende su vino en todo el mundo, de forma limitada. Al ser una empresa pequeña, cuyo vino tiene más demanda que producción, nuestra estrategia empresarial no pasa por la participación regular en ferias, salvo, y casi siempre, como espectadores atentos. Debido al reducido número de botellas (unas 30.000 al año) y a las ventas en todo el mundo, mantenemos sagradamente la estrecha relación con nuestros clientes, orientando el producto de forma definida.
El control de las botellas también es fundamental para nuestro archivo, que cuidamos con esmero desde los primeros días de producción. Los objetivos que persigue Montevetrano están dictados por valores de sencillez concreta, a través del trabajo y el conocimiento, en una experiencia más fuerte de nuestra propia tierra, los diferentes mercados y sus culturas en un mundo cambiante.
Estar ahí y ser reconocidos porque se les entiende, con un vino profundo y elegante que habla, de forma moderna, de la propia tierra en el mundo. Todo ello gracias a una fuerte preparación de cada uno. Pocos pero atentos, cada uno vinculado a su sector pero junto a los demás, a través de un equilibrio que aporta fuerza a Montevetrano.

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