Son los detalles los que hacen que las cosas sean especiales. Las pequeñas diferencias que, juntas, marcan la diferencia. Como nuestra historia, que comenzó a mediados de los años cuarenta en Boscoreale, a los pies del Vesubio. Otras veces, fragmentos de emociones que hoy pueden redescubrirse en nuestro amor por la agricultura, biológica o biodinámica, pero nunca intensiva. No estresamos nuestras vides y respetamos la identidad ecológica referencial, los ritmos y las tradiciones de un terruño especial. Una tierra con condiciones edafoclimáticas óptimas, donde los griegos ya habían plantado sus viñedos hace casi 3000 años: el Parque Nacional del Cilento, en una zona entre Stio, Paestum y Giungano. Y es aquí, a 700 m del viñedo y a tiro de piedra de los Templos, donde también tenemos nuestra moderna bodega, equipada con un sistema fotovoltaico de 96 Kw que nos permite minimizar la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera. Ayer éramos viticultores y ganaderos; hoy somos una explotación de 97 hectáreas, 21,5 de las cuales son viñedos y el resto se divide entre huertos, olivares y bosque, y 450 búfalos que exportamos a todo el mundo, desde Australia a Estados Unidos. Mañana seremos algo más: una serie de puntos de venta donde nuestros y los mejores productos del Parque Nacional serán preparados por las únicas manos que cocinan por y con amor: manos de mujer, manos de ama de casa. Pero esta es una historia que empieza mañana.