Muchos vinos sardos son testimonio de la influencia de las culturas de fenicios, cartagineses, romanos y españoles, también fruto de la importación de variedades de uva de lugares más lejanos. A lo largo de los siglos, algunos vinos han adquirido fisonomías particulares, como el Cannonau di Sardegna y el Vernaccia di Oristano, este último con una evolución muy larga que lo enriquece con matices perfumados de frutos secos, miel, especias y esmalte. En 2009, la producción rondaba los 550.000 hl, con un giro reciente, orientado ya no sólo hacia vinos tintos de elevado grado alcohólico, sino también hacia blancos más finos y elegantes, de los que el mayor testigo es el Vermentino di Gallura DOCG.
En la viticultura de esta región se observan dos tendencias precisas: la primera es que muchos vinos se elaboran a partir de una sola variedad de uva; la segunda es que algunas denominaciones son muy extensas y llegan a ocupar todo el territorio vitícola. Las variedades de uva tinta más significativas son las autóctonas cannonau y bovale, recientemente revalorizadas, además de monica, pascale y carignano, mientras que entre las blancas prevalecen vermentino y vernaccia di Oristano.
También en Cerdeña, como en Sicilia, existe una interesante producción de vinos de postre, presentes en casi todas las numerosas denominaciones, incluidos los elaborados a partir de Moscato y Malvasia, como Moscato di Sorso/Sennori y Malvasia di Bosa.