Poggio Landi

Entre los viñedos de Montalcino, en uno de los terruños más importantes del mundo, la bodega Poggio Landi produce vinos amplios, melodiosos y complejos. Las uvas proceden de viñedos situados entre 175 y 500 m sobre el nivel del mar, diferentes en cuanto a tipo de suelo y exposición: una biodiversidad que es a la vez el tesoro y la magia de esta tierra y de sus vinos. Poggio Landi encaja perfectamente en una zona, la de Montalcino, considerada por expertos y aficionados como uno de los paraísos enológicos del mundo. Un lugar encantado, fuertemente evocador, que proporciona un espléndido telón de fondo a una realidad única en el mundo; aquí se combinan calidad extrema y capacidad de producción para satisfacer las necesidades de millones de amantes del Brunello repartidos por todo el mundo. Además, es casi superfluo subrayar la fascinación que Montalcino ejerce sobre los aficionados de todas las latitudes. Pocas veces se da una simbiosis tan fuerte entre un vino y su terruño. Aquí el terruño consigue dar vida a aromas y fragancias excepcionales, inaccesibles para otras denominaciones. Como en una danza se arquea y se estira, gira hacia el este, declina desde el oeste: escondiendo tesoros esta tierra suave y armoniosa, embriagada de belleza, a cada paso tan igual, tan diferente.

Entre los viñedos de Montalcino, en uno de los terruños más importantes del mundo, la bodega Poggio Landi produce vinos amplios, melodiosos y complejos. Las uvas proceden de viñedos situados entre 175 y 500 m sobre el nivel del mar, diferentes en cuanto a tipo de suelo y exposición: una biodiversidad que es a la vez el tesoro y la magia de esta tierra y de sus vinos. Poggio Landi encaja perfectamente en una zona, la de Montalcino, considerada por expertos y aficionados como uno de los paraísos enológicos del mundo. Un lugar encantado, fuertemente evocador, que proporciona un espléndido telón de fondo a una realidad única en el mundo; aquí se combinan calidad extrema y capacidad de producción para satisfacer las necesidades de millones de amantes del Brunello repartidos por todo el mundo. Además, es casi superfluo subrayar la fascinación que Montalcino ejerce sobre los aficionados de todas las latitudes. Pocas veces se da una simbiosis tan fuerte entre un vino y su terruño. Aquí el terruño consigue dar vida a aromas y fragancias excepcionales, inaccesibles para otras denominaciones. Como en una danza se arquea y se estira, gira hacia el este, declina desde el oeste: escondiendo tesoros esta tierra suave y armoniosa, embriagada de belleza, a cada paso tan igual, tan diferente.

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