Gonnelli 1585

La historia de la familia Gonnelli se remonta a 1585, cuando los hermanos Francesco, Lorenzo y Giulio, hijos de Taddeo di Michele di Lorenzo, compraron el 13 de febrero el Podere di Santa Téa a los frailes del Convento del Carmine de Florencia por 300 soldi, según consta en la escritura de compraventa del archivo notarial del Estado de Florencia. En aquella época, la almazara contigua, construida en 1426, era conocida y apreciada por su aceite muy especial, fruto de aceitunas nobles por el microclima especial de la soleada meseta de Reggello, a 400 metros sobre el nivel del mar, a 30 minutos al sur de Florencia.

Desde entonces, los Gonnellis, hermanos, hijos y nietos, que crecieron en el Frantoio di Santa Téa, monumento de laboriosidad ayer y hoy, han transmitido un verdadero arte, con todos los conocimientos, la sabiduría y la destreza en el cultivo de la aceituna y el arte de los aceiteros, nacidos en la época de los gremios en la Edad Media, conservando todavía las técnicas y los secretos del oficio para la producción del mejor aceite. Un arte, que deriva de la mejor tradición de la antigua almazara, preciosamente conservada en la parte museística, y de la continua experimentación en la búsqueda de la innovación, tanto en la producción como en el cultivo.

La historia de la familia Gonnelli se remonta a 1585, cuando los hermanos Francesco, Lorenzo y Giulio, hijos de Taddeo di Michele di Lorenzo, compraron el 13 de febrero el Podere di Santa Téa a los frailes del Convento del Carmine de Florencia por 300 soldi, según consta en la escritura de compraventa del archivo notarial del Estado de Florencia. En aquella época, la almazara contigua, construida en 1426, era conocida y apreciada por su aceite muy especial, fruto de aceitunas nobles por el microclima especial de la soleada meseta de Reggello, a 400 metros sobre el nivel del mar, a 30 minutos al sur de Florencia.

Desde entonces, los Gonnellis, hermanos, hijos y nietos, que crecieron en el Frantoio di Santa Téa, monumento de laboriosidad ayer y hoy, han transmitido un verdadero arte, con todos los conocimientos, la sabiduría y la destreza en el cultivo de la aceituna y el arte de los aceiteros, nacidos en la época de los gremios en la Edad Media, conservando todavía las técnicas y los secretos del oficio para la producción del mejor aceite. Un arte, que deriva de la mejor tradición de la antigua almazara, preciosamente conservada en la parte museística, y de la continua experimentación en la búsqueda de la innovación, tanto en la producción como en el cultivo.

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