Situada en la ladera norte del Etna, entre 650 y 780 metros, la finca cuenta con 15 hectáreas de viñedos, enmarcados por avellanos y olivares. En 2005, Giuseppe Russo la renovó, dándole el nombre de su padre y preservando la herencia de su Passopisciaro natal, uno de los pueblos en el centro del gran renacimiento del vino tinto del Etna.
Giuseppe y sus colaboradores cultivan las viñas de forma ecológica, según la tradición campesina: la que ha permitido que viñedos de hasta un siglo de antigüedad hayan llegado hasta nuestros días. Así, las viñas viejas en vaso, junto con las nuevas hileras, se trabajan principalmente a mano: poda corta, arado, azada, atado, azufre y cobre. En octubre, en la vendimia, se seleccionan cuidadosamente las uvas y se vinifican por separado los distintos distritos, cada uno extraordinariamente rico en aromas, colores y vibraciones. Para aprisionar el alma de cada uno en los vinos individuales. Los viñedos son en su mayoría muy antiguos, y algunos tienen más de 100 años. Sus raíces se encuentran en un suelo único: en las numerosas capas de sciara que el gran volcán ha hecho erupcionar a lo largo de los milenios. Y cada sciara (así llaman los sicilianos a la antigua lava, según el etimónimo árabe) alberga un racimo diferente de minerales para las uvas.