Bacchus amat colles, decían los latinos, y ciertamente el dios del vino debió de sentir una especial predilección por Abruzzo, una región que vivió momentos gloriosos por su viticultura, atestiguados e inmortalizados por diversos escritores de la época. Aún hoy, la producción vinícola tiene un gran peso en la economía regional y son muchos los esfuerzos que se están realizando para impulsar y modernizar un potencial cualitativo que aún no se ha expresado plenamente. En comparación con hace algún tiempo, cuando los Abruzos eran sobre todo una gran reserva de mostos y vinos de mezcla, las cosas han cambiado gracias a unos pocos productores que han conseguido que algunos vinos elaborados con Montepulciano y Trebbiano, las dos variedades de uva que dominan los viñedos de los Abruzos, compitan con los mejores productos italianos. Elegantes y concentrados, ricos en aromas y estructurados, no tienen nada que ver con los productos que antes se exportaban a muchas regiones del norte sólo para enriquecer el contenido de azúcar o el grado alcohólico de mostos y vinos. En términos cuantitativos, la región se mantiene a un nivel excelente, con unos 2.652.000 hl de vino producidos en 2009.
Los vinos con denominación de origen se encuentran en las zonas de las mesetas del valle del Peligna, las laderas orientales del Gran Sasso y las Colline Teramane, donde el Montepulciano, variedad de uva tinta que cubre casi la mitad de los viñedos de Abruzos, el Trebbiano Toscano y el Trebbiano Abruzzese, muy cerca del Bombino Bianco, han encontrado el mejor entorno para expresar sus cualidades.