Alsacia es una tierra de blancos verdaderamente excepcionales y apasionantes, cuya fama es merecida y consolidada desde hace siglos. La familia Gruss lleva aquí al menos desde el siglo XVII, como atestigua el escudo de armas de la maison, con dos llaves que derivan del nombre de la antigua posada situada en pleno centro del pintoresco pueblo de Eguisheim, que luego se compró para convertirla en la granja familiar. A principios del siglo pasado, sin embargo, Eugène Gruss empezó a comerciar con vino y su hijo Joseph, después de la Segunda Guerra Mundial, decidió comprar viñedos para producir y embotellar su propio vino. La casa Joseph Gruss et Fils pasó entonces a su hijo Bernard, que la amplió aún más y hoy ya estamos en la cuarta generación con el joven André, que se ocupa de la bodega, ayuda a su padre en el viñedo y también a su madre Anne-Marie, que sigue la parte comercial. André, que es un enotécnico muy hábil, ha dado un importante giro directivo a la bodega y ha renovado con decisión la bodega y el equipamiento respetando la mejor tradición y estilo familiar. Desde 2001, André Gruss, que ahora se encarga de la bodega, también ayuda a su padre en el trabajo entre las hileras y asiste a su madre en la parte comercial. Todos los viñedos se cultivan de forma ecológica: sin herbicidas, con abono orgánico de producción propia y hierba en hileras alternas. Los viñedos tienen un rendimiento que varía desde un mínimo de 25 quintales por hectárea, para las selecciones de Grains Nobles, hasta 80 quintales para las uvas destinadas a espumosos. La vendimia sigue siendo estrictamente manual. Por lo demás, sólo "sentido común": vinificación tradicional en viejas barricas de roble compradas por el bisabuelo Joseph. Nada de magia de bodega para una producción que refleja el terruño y las variedades de uva de Alsacia, resultado de una interpretación atenta al terruño y fiel a la tradición.