En 1997, con poco más de veinte años, llegamos a la Toscana con la ambición de hacernos con un viñedo en una zona prestigiosa, enamorándonos en cambio, a primera vista, en Pitigliano, de una masía con unas cuantas hectáreas de viñedo y del encanto de la naturaleza y la historia que habla a través de todo.
¿Cómo no dejarse impresionar por las cuevas de toba excavadas por los etruscos, transformadas en bodegas, asomándose a desfiladeros de un verde salvaje, o por la composición única del ligero suelo volcánico silueteado contra cielos de un azul cegador? Pasan sólo unos años y Tenuta Doganella, 28 hectáreas de viñedos de gestión ecológica adyacentes a los viñedos de Rompicollo, pasa a formar parte de la familia. Hoy, creemos que nuestros padres estaban tan encantados como nosotros. En 2013, Darío, de hecho, no pudo resistirse al encanto típicamente toscano de Tenuta Albore, una propiedad histórica de 90 hectáreas, que data de 1861, cerca de Scansano: desde lo alto de la bodega, se pueden admirar las ondulantes laderas plantadas de vides, con diez hectáreas de huertos, olivos y bosques de robles y arces.