Raymond Rollin trabajaba en otra bodega del pueblo, como su padre antes que él. A pesar de sus modestos ingresos, con el paso de los años consiguió comprar varias parcelas de viñedo que cultivaba fuera del horario laboral (en particular, la parcela de Pernand-Vergelesses Premier Cru Ile des Vergelesses que tanto apreciamos hoy en día). Su hijo Maurice decidió crear su propia empresa a partir de 1955. Fue Maurice quien empezó a comercializar una parte de la producción en botellas. Tenía un gran sentido del compartir, de la acogida y del intercambio con la gente. Apoyado por su esposa Christiane, conquistaron muy pronto lo que sigue siendo hoy nuestra clientela. Al mismo tiempo, se hicieron cargo de la gestión de otras parcelas de viña alquiladas y lucharon por adquirir nuevos terrenos. En 1976, se unió a Maurice su hijo Rémi. Juntos plantaron los terrenos que, a principios de los años ochenta, elevarían la superficie del dominio a casi 10 hectáreas. Después emprendieron la construcción de la zona de trabajo necesaria para hacer frente a este crecimiento. Más tarde, con Agnès, la esposa de Rémi, desarrollaron rápidamente la venta de botellas, en Francia pero también en el extranjero. Así, desde mediados de los años noventa, toda la producción se embotella y comercializa con su propia etiqueta. Siempre han sentido la necesidad de progresar en la calidad de la producción, cuidando de preservar y transmitir su savoir-faire. Simon, su hijo, asumió el reto a su lado en 2003, al que se unió su esposa Caroline en 2009. Su deseo es mantener viva su empresa durante mucho tiempo, cuidando el aspecto esencial de su entorno de trabajo: la vid.
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