Cave Mont Blanc de Morgex et de la Salle

Al pie del Mont-Blanc, nuestra bodega guarda el secreto de los viñedos más altos de Europa. Una dedicación constante valoriza el territorio permaneciendo fieles a lo que la naturaleza ofrece en estas montañas. La vid autóctona, el hombre y su relación con la tierra, a menudo difícil pero profundamente presente, hacen de nuestro vino la poesía capaz de narrar el terruño. Realidad alpina, hecha de roca, agua pura y escarcha invernal. Una tierra de montaña donde, en la estación cálida, los aromas dulces y afrutados invaden el aire. Perfumes, matices, sabores y caracteres se encapsulan en estos vinos que, sorbidos, hablan de la tenacidad, la cultura, la tradición y la identidad de la tierra a los pies del Mont Blanc. Valores que nuestra empresa pretende interpretar con pasión y elegancia. En el pasado, el Blanc de Morgex et de La Salle era comercializado por vignerons individuales, con producciones modestas que no garantizaban una presencia constante en el mercado ni una correcta difusión de la imagen global del vino. El legítimo sentimiento de orgullo por las tradiciones propias y la costumbre secular de trabajar en equipo en los pueblos alpinos, unidos a la acción previsora de Don Bougeat, párroco de Morgex hasta 1971, dieron lugar a la creación de la "Association des Viticulteurs". Sobre sus cenizas se fundó en 1983 la Cave du Vin Blanc de Morgex et de La Salle, hoy Cave Mont Blanc de Morgex et La Salle, primer resultado de la política de apoyo y desarrollo de la viticultura valdostana llevada a cabo por la Administración Regional, que posteriormente tomó posesión de los locales de la nueva sede de Morgex, tecnológicamente avanzada.

En su primera década de actividad vitivinícola, la Cave casi ha duplicado el número de socios, que actualmente ronda los 80, y ha aumentado su producción, cuantificable ahora en 140.000 botellas anuales: una confirmación más del éxito de un camino emprendido revitalizando viñedos abandonados en las laderas del Mont Blanc, con el deseo de no dejar morir la tradición secular de la zona. Nuestras vides autóctonas crecen entre 900 y 1.200 metros sobre el nivel del mar, y el aterrazamiento en las laderas de las montañas permite que estos extraordinarios viñedos sobrevivan heroicamente. El respeto total por la tierra y su morfología nos educa y nos anima a perseguir nuestra filosofía buscando la calidad, la maravilla y la naturaleza de esta tierra.