Estamos en Burdeos, a finales de los años cincuenta, en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Alexis Lichine está de pie, rodeado de los más grandes bodegueros y enólogos de Burdeos, concentrado en la copa que tiene en la mano. La prueba consiste en adivinar la finca y la añada del preciado líquido. Un reto que temen incluso los más grandes conocedores. Alexis Lichine se concentra y por su color lo identifica como un vino viejo. El bouquet, sutil con aromas de sotobosque, fruta y madera de cedro, indica con toda probabilidad un Médoc.