A principios de la década de 1990, Osvaldo Viberti decidió hacerse cargo de la explotación agrícola que sus abuelos Assunta y Tistin habían creado con mucho sacrificio, legándola a su hijo Gino. Una antigua foto muestra a las tres generaciones dedicadas a moler las preciadas uvas en la pequeña bodega situada en la Borgata Serra dei Turchi. Hoy Osvaldo se dedica constantemente a la gestión de la explotación junto con Carla y sus hijos pequeños Anna y Paolo, recuperando la fuerte pasión que ha unido a todas las generaciones de su familia a lo largo de los años.
En la finca hay unas diez hectáreas de viñedos, la mayoría de los cuales están plantados con la vid Nebbiolo da Barolo (unas 4,30), la vid Barbera (unas 3), la vid Langhe Nebbiolo (unas 0,70), la vid Dolcetto (unas 1) y la vid Nascetta (unas 1).
Los consejos del enólogo Sergio Molino corroboran la filosofía de Osvaldo, basada en la convicción de que se necesitan muchos ingredientes para crear vinos de excelencia: el clima, la composición del suelo, la posición geográfica del viñedo, un trabajo escrupuloso encaminado a la perfecta maduración del fruto, un cuidado constante de las viñas, una cuidadosa selección de los mejores racimos, un trabajo meticuloso en la bodega y, por último, pero no por ello menos importante, una gran pasión por el vino de calidad.
"En 1993 entré con entusiasmo en el mundo del vino, dando así continuidad al proyecto iniciado por mis abuelos Battistin y Assunta y mis padres Gino y Marisa.
Pasé mi infancia inmerso en la agricultura, especialmente en compañía de mis abuelos, aprendiendo a través de sus gestos y palabras los ritmos de las estaciones, los maravillosos mecanismos del mundo animal y vegetal, experimentando el gran amor, la dedicación total y la fatiga que conlleva el trabajo de agricultor. Muchas fotos me muestran de la mano de mi querido abuelo, al que seguía obstinadamente a todas partes. Hay una foto que me es especialmente querida y es la tomada en nuestra pequeña bodega en la época de la vendimia, que me inmortaliza a los diez años con mi padre y mi abuelo mientras prensamos la uva con una chirriante estrujadora manual.
Mi abuelo conservó cuidadosamente esta foto dentro de un libro de oraciones, y yo la volví a encontrar unos años después de su muerte, cuando ya me había hecho adulto y mis manos se habían vuelto muy parecidas a las suyas. El amor por la tierra, que había madurado entretanto, como una semilla que germina en silencio, empezó entonces a marcar mis elecciones. Encontrarme a mí mismo como enólogo fue la consecuencia lógica de un largo proceso que había comenzado mucho antes. Estoy feliz y entusiasmado con este viaje, me siento un privilegiado por mi trabajo, agotador pero apasionante. Vivir en esta maravillosa zona de las Langhe representa un inmenso regalo que me hicieron las generaciones que me precedieron. Un día todo esto pertenecerá a mis hijos, si así lo desean. Hoy, al igual que yo, pueden disfrutar de la fortuna de vivir experiencias extraordinarias en contacto con la naturaleza. Seguir el ciclo de la vid a través de las distintas estaciones: los primeros brotes de la primavera, la exuberante actividad del verano, la maduración de la uva. Y la fiesta de la vendimia, la transformación casi mágica en vino, mientras el otoño se tiñe de sus increíbles colores. Por último, el deshoje con los primeros fríos. El reposo invernal, casi una muerte aparente. Y luego, de nuevo, la vida"
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