Gianfranco Fino estudió en la escuela de vino de Locorotondo. En 2004, compró un viejo viñedo en Manduria con una superficie de alrededor de 1,2 hectáreas cultivadas con el sistema alberello. La filosofía de la empresa es salvaguardar esta antigua forma de cultivo. En la actualidad, la superficie de la finca es de unas 8,5 hectáreas, con viñedos de edades comprendidas entre los 50 y los 80 años, de los que se producen unas 12.000 botellas de Primitivo y Negroamaro.
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