Hace doscientos años, la familia Moris partió de España para llegar a la Maremma toscana, la divina tierra del vino: un sueño de amor hecho realidad. Un amor fresco y genuino por una tierra aún virgen, apenas tocada por la incómoda presencia del hombre y, sin embargo, rica en extraordinarios recursos naturales que sólo unas manos amorosas podrían haber realzado. Amor también y sobre todo por el vino, que en esta campiña encuentra su entorno ideal y que para los Moris era ya una espléndida pasión. El cuento de la bodega está todo en esta profunda y sabia sencillez que recuerda el ambiente hoy tan lamentado de las buenas cosas de antes, hechas con el cuidado y la dedicación de quien ama lo que ha elegido hacer: un cuento sencillo conservado en cada botella que la bodega le ofrece.
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