Un nombre. Una familia. El nombre es el del fundador: Paolo Scavino, que en 1921, en Castiglione Falletto, en el corazón de las Langhe, en uno de los municipios históricos de Barolo, dio vida a la bodega, comenzando inmediatamente a embotellar el mejor vino. El nombre ha permanecido, incluso después de la muerte de Paolo Scavino. Es un recuerdo, una muestra de afecto, de gratitud. Hoy hay dos generaciones más de Scavino: Enrico, que siguió de niño los pasos de su padre Paolo y ha visto crecer los frutos de su trabajo, entrando, paso a paso, casi de puntillas, en el Olimpo de los productores de Barolo, y las jóvenes Enrica y Elisa, hijas de Enrico y Anna Maria, que toman las riendas de la empresa, poniendo en ella nueva pasión y maestría. Una historia familiar de hombres y mujeres de la Langa, ligados a la tierra, a los viñedos, a los ritmos lentos, casi antiguos, de la provincia piamontesa. Es como si se pudieran ver las raíces de la familia Scavino en estas tierras que son la fortuna de quienes nacieron aquí: aquí se produce el Barolo, elaborado exclusivamente con uvas autóctonas Nebbiolo, uno de los mejores vinos del mundo. Uno de los pocos que habla piamontés y, sin embargo, todo el mundo lo entiende, desde EE.UU. hasta Japón.
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