Bendecida con un rico patrimonio, Borgoña produce 200 millones de botellas al año de una amplia variedad de vinos maravillosamente distintivos. Hay tintos que maridan de maravilla con las aves de corral, mientras que las añadas superiores de "grand cru" combinan bien con la caza. Los blancos también son redondos y sabrosos: el Chardonnay es admirado en todo el mundo, y el Chablis más seco debe reposar cuatro o cinco años para revelar todo su esplendor. Los viticultores de Borgoña han sabido aprovechar su saber hacer y su tradición para sacar el máximo partido de un entorno complejo y variable. Son verdaderos artistas.
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