No cabe duda de que el vino no es una necesidad "fundamental". Tampoco lo es la literatura, la filosofía, la música o la contemplación de una flor, un insecto o un paisaje... ¿Está seguro? Tomarse el tiempo de saborear pacientemente un néctar fino y bien nacido abre infinitos espacios de meditación. También puede iluminar las mentes más retorcidas... pero hasta el límite de la moderación.
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