La sede histórica del Domaine Laroche ocupa uno de los palacios más bellos de Borgoña, la Obediencerie de Chablis, una casa noble y solariega construida en el siglo IX y ampliada posteriormente en el siglo XVI, un gran monumento histórico en este encantador pueblo.
Entre otras cosas, la Obediencerie alberga en sus bodegas una cripta que, de 877 a 887, albergó las reliquias de San Martín, santo que más tarde se convirtió en patrón de Chablis. Desde 1850, la familia Laroche ha producido ininterrumpidamente vinos de gran calidad; pero el punto de inflexión que marcó una época llegó con la sexta generación en la figura de Michel Laroche en 1967. Baste decir que Michel aumentó las hectáreas de la finca de 6 a 130, con una gran parte situada en la colina de los grand crus y premier crus de Chablis. La filosofía de producción ha seguido siendo la de buscar siempre la excelencia tanto en el viñedo como en la bodega, y no es casualidad que el Domaine Laroche fuera el primero de Borgoña en obtener la marca de certificación ISO 9002.
La región de Chablis es la más septentrional de los viñedos de Borgoña, mucho más cerca de Champaña que de la Cote d'Or. Los inviernos son más rigurosos, las primaveras más duras y tardías, con heladas que pueden afectar a la vendimia hasta mayo. Es típica la presencia de la sirena antiaérea, lista para sonar a cualquier hora para avisar a los viticultores de las temperaturas bajo cero y permitirles así encender las estufas especiales colocadas en los viñedos o accionar los pulverizadores de agua que crean una película de hielo sobre las uvas, aislándolas del frío circundante. En cambio, los veranos son secos y cálidos, lo que permite una buena maduración de las uvas. La combinación única de suelo, clima y Chardonnay genera la tipicidad de los vinos de Chablis.
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