La familia Lequio, propietaria de la finca Prinsi en Neive, es una realidad de Langa consolidada desde hace tres generaciones. Esta familia ha estado vinculada al territorio desde finales de los años 40, cuando el abuelo Ottavio comenzó a producir las primeras botellas. En 1967 continuó el crecimiento de la empresa con su hijo Franco, que acababa de alcanzar la mayoría de edad y, gracias a su pasión y amor por la tierra, decidió probar suerte en la elaboración del vino. Unos años más tarde, gracias a la valiosa ayuda y apoyo de su esposa Silvana, aprendió a reconocer en las uvas la verdadera expresión de la tierra y decidió dar un giro a la empresa. Desde entonces, siempre ha preferido trabajar entre las hileras, convencido de que para elaborar buenos vinos hay que cultivar el viñedo con amor y dedicación, estableciendo un intenso vínculo con la tierra. En 1999, su hijo Daniele, recién licenciado en Agricultura, decidió quedarse a trabajar en la empresa familiar, gracias a la pasión que había desarrollado a lo largo de los años. Daniele es un joven agricultor con una gran pasión por su trabajo que le impulsa a mejorar las uvas producidas en sus propios viñedos, con un objetivo: hacer, no sólo producir, vinos para recordar. Ayer como hoy, su familia puede encapsular en cada botella toda la pasión y el amor por este trabajo, gracias a la personalidad intocable que le ha otorgado la naturaleza. Actualmente, la empresa está presente en el mercado a nivel internacional. A lo largo de los años, gracias a una cuidadosa selección, se ha creado una red de venta capilar en numerosos países europeos y no europeos, favoreciendo una presencia con pequeñas cantidades para una mayor radicalización del vino en el territorio.