En 1919, tras la Primera Guerra Mundial, Antonio fundó "Cantine Franco" en Valdobbiadene, un pueblo situado en las laderas de los Prealpes, en la región del Véneto, famoso por el cultivo de la uva Prosecco con la que se elabora el vino del mismo nombre. Con su hijo Nino, la empresa creció y se expandió. Sin embargo, fue gracias a Primo que la empresa se modernizó en los años 70. Tras graduarse en la Escuela de Enología de Conegliano Veneto, impulsado por el deseo de desarrollar el negocio de forma creativa y personal, excluyó todos aquellos productos que no se identificaban con la zona de Valdobbiadene, revisó las instalaciones y replanteó las técnicas y las etiquetas. En esos años, gracias a un nuevo estilo y a un producto de calidad constante, la empresa conquistó el mercado italiano y, al mismo tiempo, decidió iniciar su expansión en los mercados extranjeros: Europa, América y Asia. El producto es muy apreciado y recibe diversos homenajes, premios y galardones tanto en el extranjero como en Italia. A principios de los años noventa, apoyado en la convicción de que un buen vino se obtiene controlando la producción desde el principio, emprende una nueva aventura con la gestión de un viñedo donde experimenta nuevas técnicas de plantación y el uso de clones antiguos. Además, mantiene una estrecha colaboración con sus viticultores para desarrollar su idea de valorización de la vid. El resultado final es un Prosecco fresco, afrutado y floral en el que se aprovecha todo el potencial de la zona de Valdobbiadene.
La clave de este éxito radica en la firme convicción y filosofía que antepone la calidad a todo lo demás, mediante un meticuloso control de todas las fases de producción. Gracias a este dinamismo continuo y al deseo de mejorar el producto, Primo ha creado un Prosecco alabado por su personalidad y alta calidad.
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