Possa nació de la conexión entre el sueño compartido de revivir un valle y el proyecto de construir una granja. Apenas tenía 40 días cuando mis padres me llevaron a Possaitara por primera vez. Un valle con un microclima muy especial que hasta hace poco estaba destinado a deslizarse inexorablemente hacia el mar, arrastrando consigo no sólo unos cuantos siglos de historia, sino también uno de los caminos más evocadores de las Cinque Terre, el que lleva a Canneto.
Allí pasé todas las vacaciones y el tiempo libre durante mi infancia y adolescencia y aún recuerdo cómo se labraba buena parte de aquel valle, recuerdo a las personas que lo cuidaban, de Pino a Enzo, de 'Giemo' a Variste, Ilario, Renzo, Aldo y tantos otros, personas que cultivaban esta difícil tierra sólo por la satisfacción de hacerlo para llevar a casa unos cuantos limones, unas cuantas uvas sciacchetrà y algunas primicias, privilegio de esta costa dado por la particular exposición.
Con el paso de los años, a medida que me hacía mayor, personajes conocidos dejaron el duro trabajo de cultivar el valle y el abandono se fue imponiendo poco a poco, hasta que a finales de los noventa sólo quedaban algunas porciones de bancales cultivados y los corrimientos de tierra habían devastado para entonces el perfil de la ladera y destruido parte del aterrazamiento.
Lo más fácil que podría haber hecho habría sido dejar el valle a su decadencia y lenta agonía, nadie, dada mi corta edad y lo agreste de la zona, habría tenido nada que decir, pero no fue tan fácil.