Monte del Fra'

Esta es la historia de una familia de agricultores, encabezada por el progenitor Massimo Bonomo, que -a mediados del siglo XX, en 1958 para ser exactos, fecha que hoy figura en nuestras botellas- alquiló sus primeras tierras de cultivo en una de las zonas más fascinantes del norte de Italia: las colinas que rodean el lago de Garda, en la provincia de Verona: una tierra modelada por glaciares, rica en minerales, de clima mediterráneo, caracterizada por una historia de más de mil años de antigüedad. Una tierra donde nacen algunos de los mejores y más famosos vinos italianos. Las primeras noticias escritas de los trabajos realizados en los actuales viñedos del Monte del Frà se remontan a 1492. Los frailes (Frà en lengua véneta) eran los de la Orden de Santa Maria della Scala de Verona. Un documento conservado en la Biblioteca Capitular registra el alquiler en 1619 de 25 campos para viñedos y árboles frutales, así como la tasa debida por el trabajo de los campos en Sommacampagna, donde hoy se encuentra la bodega principal. En 1805, Napoleón Bonaparte decretó el fin de las posesiones de la Iglesia y también subastó los bienes de la Orden de Scaliger. Pero la Historia también eligió estas colinas para redibujar las fronteras de Europa. Donde hoy se encuentran dos de los cruceros más importantes del Monte del Frà -Custoza y Staffalo- en 1848 y 1866 tuvieron lugar algunos de los momentos más decisivos del Risorgimento, en la primera y tercera Guerras de Independencia italianas. Hoy un monumento-osario recoge los restos de casi dos mil soldados italianos, austriacos y húngaros caídos en aquellas dramáticas batallas. A mediados del siglo XX llegó la familia Bonomo. Y año tras año, cosecha tras cosecha, aquellas primeras tierras se convirtieron en uno de los viñedos más extensos de Verona. Nada menos que 137 hectáreas en propiedad y 68 arrendadas en todas las principales denominaciones de Verona: Valpolicella, Custoza, Lugana, Soave, Bardolino. Sesenta años después, Monte del Frà sigue en manos de la familia Bonomo: a la segunda generación, representada por los hermanos Eligio y Claudio, se ha unido la tercera, representada por Marica, Silvia y Massimo. Juntos han emprendido un camino de crecimiento basado en unos pocos, pero muy claros valores: la fidelidad al territorio; su valorización; una agricultura cada vez más sostenible; la identificación de los viñedos más interesantes, que se han convertido en verdaderos "crus" que han permitido el nacimiento de algunos grandes vinos que se han convertido, en opinión de los críticos internacionales más importantes, en un verdadero punto de referencia para el vino italiano de calidad.