En la memoria genealógica de la familia, el inicio de la historia agrícola puede fecharse con Agostino Merotto, un antepasado que ya era conocido en la zona a principios del siglo XX por la calidad de su Prosecco. Atravesando y superando el periodo de las dos grandes guerras del siglo pasado, naturalmente pobre en referencias enológicas, llegamos a los años del renacimiento y redescubrimiento del cultivo y del compromiso de los agricultores con las zonas vocacionales de los distintos territorios.
1972 marcó así el inicio de la historia empresarial de Graziano Merotto, que demostró de inmediato una vocación y una aptitud precisa para el mundo de los vinos espumosos, concentrando sacrificios y experimentación en la búsqueda de un nivel de excelencia reconocible y capaz de dejar una huella cualitativa destinada a permanecer en la historia de la zona a la que pertenece. Este camino, que dura ya casi cincuenta años, se ha realizado según una progresión razonada, en un equilibrio ponderado entre la llegada de las tecnologías y el trabajo de la tierra practicado de forma sostenible para preservar su integridad y su valor.
Un camino articulado necesita buenos compañeros de viaje y el equipo de recursos humanos que interviene en la cadena de producción, desde el campo hasta los colaboradores que operan en los países más lejanos del globo, representa, según la filosofía de Graziano Merotto, el verdadero patrimonio de la empresa, sin el cual nada sería posible y la transformación de la uva en vino seguiría siendo un ejercicio en sí mismo.
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