Roberta Bricolo está hoy al frente de la empresa familiar, fundada por sus padres Alberta y Roberto en 1975 y que desde sus inicios se ha dedicado a la elaboración de los vinos clásicos de este maravilloso rincón de la región del Véneto, entre Verona y el lago de Garda.
La bodega que representa es una realidad histórica en la zona de Verona, pero el camino recorrido para llegar a ella nos ayuda a comprender la vida de personas acostumbradas a tomar decisiones valientes. Los padres de Roberta, de hecho, decidieron abandonar por completo las actividades de sus respectivas familias para perseguir juntos el sueño de una bodega, invirtiendo así cuerpo y alma en esta aventura. La valentía y la imaginación de Roberto complementaron la elegancia y la determinación de Alberta, logrando imponer sus vinos en la zona veronesa y, posteriormente, en contextos internacionales más amplios desde los años ochenta, al tiempo que se convertían en intérpretes y precursores del concepto moderno de hospitalidad, experimentando el verdadero y generoso placer de acoger en la bodega a huéspedes que deseaban vivirla en primera persona y conocer sus caras. La historia aventurera y apasionada de los padres acompañó también importantes elecciones en la vida de su hija. Crecida en el campo, tras completar sus estudios clásicos en Verona, Roberta se embarcó de hecho en una carrera como abogada, sólo para imaginarse cada vez más la vida como vigneron y decidir a su vez que la bodega era su camino. La suya se convierte en una pasión casi sanguínea por el vino y todo lo que le rodea, que influye en sus elecciones personales de estilo y ética.