Situada en la entrada sur de Fort-de-France, la destilería Dillon lleva siglos produciendo Rhum, apreciado y reconocido en todo el mundo por su prestigio y los altísimos niveles de calidad que alcanza. Fundada en el siglo XVIII y construida recuperando las ruinas de una antigua refinería de azúcar, la empresa fue fundada por Arthur Dillon, un soldado que participó en la Guerra de Independencia de Estados Unidos y obtuvo el grado de coronel a los dieciséis años. Tras desembarcar en la isla de Martinica, Arthur Dillon conoció a Marie-Laure Girardin, una hermosa viuda criolla heredera de una familia propietaria de plantaciones, con la que tendría una hija llamada Fanny. Así fue como, tras la guerra, Arthur Dillon puso en marcha la actividad de destilación, que más tarde continuarían sus sucesores, quienes a su vez tendrían el mérito de conseguir que la empresa sobreviviera y creciera en medio de mil vicisitudes. Utilizando hasta diez variedades diferentes de caña de azúcar, la destilería Dillon cosecha la materia prima sólo dos años después de la plantación, pero lo más importante es que procesa la misma caña de azúcar en un proceso de producción que no dura más de tres días. De hecho, la destilería Dillon considera que la rapidez en el procesamiento de la caña de azúcar es un elemento fundamental de la elaboración, por lo que respeta el dicho tradicional de que "la caña debe tener los pies en la tierra y la cabeza en el molino". La caña, que se sigue moliendo en molinos accionados por una máquina de vapor que data de 1922, se deja fermentar y luego se destila. De todo ello nacen excelentes rones, que no sólo merecen la denominación "grand cru" por el microclima geográfico especialmente favorable en el que se encuentran las plantaciones de Dillon, sino que desde 1996 también pueden presumir de la AOC Martinica, que de hecho identifica a todos los mejores rones de las Antillas producidos en la isla