Las noches al aire libre en el campo son patrimonio de la humanidad. Una experiencia capaz de comprometer los cinco sentidos como pocas cosas en el mundo. Una mezcla de sensaciones que varían de una estación a otra, de un mes a otro e incluso de un día a otro. Todas únicas e irrepetibles, obras de arte de ese gran maestro que sólo puede ser la Naturaleza. Aquella noche de septiembre en concreto no era, desde luego, la primera que Mariano y Raffaele pasaban bajo las estrellas frente a aquella interminable extensión de viñedos. La oscuridad cargaba el verde de las hojas que colgaban de las parras y lo hacía parecer casi de un azul profundo, mientras los racimos ocultos por el mismo follaje reflejaban aquí y allá los rayos de la luna. Tal vez fuera el aire mágico o tal vez las copas medio llenas que sostenían, aquella noche en el campo se sentía como estar frente al mar. El aire era fresco, como el vino espumoso de sus copas. El cielo azul despejado les permitía reconocer cada punto brillante de una constelación. Los dos hermanos tenían poco más de veinte años y a esa edad es fácil soñar despierto. Sobre todo si una de esas estrellas que tienes delante se desliza dejando tras de sí una estela luminosa. Lo que, en cambio, resulta bastante difícil es formular el mismo deseo mirando al mismo cometa: aquella noche también ocurrió, pero los dos hermanos no lo descubrirían hasta unos años más tarde. Cuando en aquella tierra, frente a una extensión oceánica de viñedos, bajo un techo de estrellas y brindando con dos copas de vino sacado directamente de la barrica, crearon su bodega, nuestra Falanghina del Sannio DOC Cassyopea 2020 recibió la Corona de la guía Vinibuoni d'Italia 2022.
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