Corría el año 1959 cuando un agricultor de las Langhe decidió concentrar su trabajo en el municipio de La Morra, comprando una masía. La implicación de la familia fue la condición necesaria para mantenerla: se participaba, se compartían tareas, se creaban objetivos comunes... La vida en el campo es dinámica y pronto el agricultor se dio cuenta de que al trabajo en los viñedos había que añadir otras actividades, como el cultivo de melocotones y la cría de ganado. A pesar de la pequeña expansión del negocio, su hijo Andrea decidió abandonar la empresa familiar y dedicarse a otro tipo de trabajos para complementar sus ingresos. Fue la repentina muerte de su padre lo que le hizo regresar a su ciudad natal. Estaba claro que el legado de lo que aquel agricultor creó de la nada en los años 50 no era el trabajo en sí, sino la decisión de estructurar una familia, una pasión, un territorio. Desde 1978, Andrea Oberto ha cuidado de esta herencia solidificando la idea de la empresa familiar sobre el vino y convirtiéndolo en un producto popular y de calidad. Hoy, la pequeña granja es una bodega con catorce hectáreas de viñedo, una nueva bodega y una producción de 80.000 botellas apreciadas en todo el mundo.
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